lunes, 2 de mayo de 2016

LA PRUEBA PRODUCE PACIENCIA




“sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Stg. 1:3.
Todo cristiano maduro sabe que las pruebas son parte de la vida cristiana, ya que a través de las pruebas el Señor nos va perfeccionando, nos hace crecer en la fe, y nos permiten ver la gloria de Dios. Cuando Santiago escribió su epístola universal, la iglesia estaba pasando por persecución y tribulación, y la iglesia necesita ser consolada y fortalecida en cuanto a su fe. Hay una razón más por la que Dios permite las pruebas, y es que por medio de ellas se produce en nosotros la paciencia que es también fruto del Espíritu Santo. 
Muchas veces hemos pedido a Dios que nos de paciencia, pero no estamos dispuestos a pasar por el proceso que usa Dios para producirla. Somos por naturaleza impacientes, de allí que pecamos a la manera del rey Saúl, y nos adelantamos a hacer lo que no debiéramos. (1 S. 13:1-14)
Dios no ha cambiado sus métodos para moldear a sus hijos. Los grandes héroes de la fe tuvieron sus errores, fracasos, pero finalmente aprendieron a ser pacientes. 
¿Cómo podemos llegar a ser personas pacientes? Por medio de la prueba: “sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Stg. 1:3

El patriarca Abraham tuvo que esperar veinticinco años para recibir la promesa del nacimiento de Isaac. (Gn. 12:3; 15:2,3; 17:1; 21:5) Si bien, es cierto que cometió errores, pero finalmente su fe se perfeccionó a tal grado que llegó a ser llamado “el padre de la fe”.

Jacob, nieto de Abraham; igualmente tuvo que pasar por un largo proceso hasta ser transformado por Dios, quien cambió su identidad y su nombre a Israel. 
Hay en la vida de Jacob una hermosa historia de amor... En ella se nos narra que él tuvo que esperar catorce años para poder unirse a su amada Raquel. (Gn. 29:18-30) A Jacob le pareció que catorce años eran pocos porque amaba a Raquel. ¡Preciosa enseñanza! De la misma manera, cuando amamos a Dios, y le servimos con amor, el tiempo nos parece tan corto. Imaginemos los días de sol, y el arduo esfuerzo que paso Jacob durante catorce años trabajando por Raquel; esa prueba produjo en él esa joya llamada paciencia. La paciencia de Jacob, tomada de la mano del amor trajo la recompensa, el galardón, y la unión con su amada. En efecto, es la paciencia la que nos ayuda a unirnos cada día con aquel que es Señalado entre diez mil. (He. 6:15; 10:36; Ap.3:10; 14:12)

Por otro lado, Moisés, también estuvo en el desierto de la prueba durante cuarenta años para poder estar listo para el ministerio en el que tenía que sacar al pueblo hebreo de la esclavitud. Cuando era joven quiso liberar a los hebreos a su manera y con su propia fuerza, pero con todo y sus conocimientos y con la  posición que gozaba fue un fracaso total. Dios tenía ya un plan para Moisés, pero antes, Moisés, debía aprender a ser paciente, y a depender de Dios. Así que, Dios lo llevo al desierto y por cuarenta años estuvo apacentando las ovejas de su suegro Jetro. Cuando Moisés tenía ochenta años de vida, fue cuando él comenzó a estar preparado siendo un hombre paciente. Sí, a esa edad cuando creía que ya no podía hacer nada, que era un anciano, tal vez se sentía inútil, pero solo hasta entonces estaba listo para servir a Dios. Es que Dios usa lo débil para avergonzar a lo fuerte. 
Cabe aclarar que Dios no solo usará a los que tienen muchos años, Dios puede usar un niño como Samuel. 
Lo que estoy señalando, es cómo Dios nos enseña, cómo trabaja él por medio de las pruebas para enseñarnos a ser pacientes.
Todos conocemos cómo Dios uso la vida de Moisés para liberar al pueblo hebreo, y para gobernar y guiar a la nación de Israel por el desierto. De Moisés se dice: “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra.” Nm.12:3.

Ahora bien; hemos visto solo unos pocos ejemplos de que la prueba produce paciencia, nosotros no estamos exentos de las pruebas, al contrario, las vivimos y sufrimos muy seguido. Santiago no es el único que habla sobre la paciencia, también el apóstol Pablo.
“Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;” Ro. 5:3
El apóstol Pablo escribiendo a los cristianos de Roma en una manera excelsa y magistral, habla de la gloriosa entrada que tenemos a la gracia de Dios, mediante la fe en Jesucristo. A través de esta gracia entraremos a la gloria de Dios, esta es la esperanza de todo creyente. Se gloriaba cada día esperando el momento en que Cristo viniera con poder y gloria. Eso es natural, pero ¡oh la locura de la predicación! “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones…”  San Pablo también se gloriaba en las tribulaciones.
¿Qué es una tribulación? Pena, disgusto o aflicción muy grande que siente una persona. Situación adversa o desfavorable que padece una persona. No solo era algo glorioso saber que entraría a la gloria con el Señor, sino que también se gloriaba cuando padecía por causa de Jesús. ¿Había una razón para que el apóstol se gloriara en las tribulaciones? Sí; la tribulación es necesaria para producir en nosotros un fruto del Espíritu Santo, y ese fruto es la paciencia.
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La prueba o la tribulación que mencionan los escritores sagrados, son la enfermedad, los problemas, la persecución, la disciplina, o algo que sea adverso y que nos produzca dolor y tribulación. A vista del hombre natural puede ser una desgracia, pero a decir del creyente, es una forma, como ya mencione; de crecer en el conocimiento de Dios, de fe, de esperanza y de amor. Así que amados hermanos, lejos de quejarnos por lo que vivimos y sufrimos, alabemos a Dios que está ejercitándonos en la paciencia. Cantemos himnos con los pies en el cepo de la aflicción como lo hacían Pablo y Silas, oremos hasta que los presos nos oigan, hasta que sean sacudidos los cimientos del calabozo de la desesperación, y se nos caigan las cadenas del opresor, y el mundo venga de rodillas ante el Señor. (Hch. 16:23-32)
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¿Por cuánto tiempo tendremos pruebas? El tiempo que sea necesario a los ojos de Dios. ¿Qué cosas pasaremos? Las que Dios tenga preparadas para nuestra edificación. Dios es sabio, omnisciente, omnipotente, él como soberano tiene el control de todo. Todo lo que he mencionado es algo que usted y yo, y todo creyente sabemos: sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia.” Stg. 1:3.

Dejemos que el Señor termine su obra en nosotros, “Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Stg. 1:4